Los productores de patatas se enfrentan a una serie de factores que ya no se pueden negar y que suponen una ruptura brutal con el pasado.

• los cambios climáticos han provocado una frecuencia mucho mayor de veranos largos, calurosos y secos, lo que ha provocado una pérdida considerable del rendimiento por hectárea en los últimos 10 años;
• el acceso a las aguas de riego se ha convertido en un cuello de botella, ya que los gobiernos consideran que los problemas de la sociedad son más importantes que las necesidades agrícolas; el agua se ha convertido en un factor de coste y precio;
• las normas ambientales y la presencia de nitratos en los suelos están limitando o aboliendo el uso de fertilizantes y pesticidas; ¿pertenecen a los libros de historia los rendimientos de 60 toneladas por hectárea?
• los agentes antigerminativos tradicionales ya no están permitidos y las alternativas no son ni mucho menos eficaces que los productos que contienen clorprofam, lo que genera muchos más residuos;
• la falta de rotación de cultivos en los mismos suelos reduce el rendimiento y aumenta el riesgo de enfermedades y malas cosechas;
• la escasez de cereales, principalmente trigo y maíz, vinculada a la situación en Ucrania, incita a los molinos harineros a aumentar considerablemente los precios que ofrecen a los agricultores, lo que crea una fuerte competencia con el cultivo de patatas, lo que aumenta mucho más los riesgos y costes (crecimiento, mantenimiento de la tierra libre de enfermedades, almacenamiento en graneros con temperatura controlada, etc.);